Cuando nos tomamos el tiempo de reflexionar y de dialogar después de vivir una experiencia, ésta se convierte en nuestra maestra.
Cuando nos tomamos el tiempo de reflexionar y de dialogar después de vivir una experiencia, ésta se convierte en nuestra maestra.
El aprendizaje experiencial se considera un proceso continuo basado en la reflexión, que es modificado continuamente por nuevas experiencias. Se dice mucho por ahí que "aprendemos haciendo" pero, más bien, aprendemos pensando sobre lo que hacemos.
Todos nuestros programas incorporan la metodología y filosofía de la Educación Experiencial Basada en la Aventura.
Se trata de una metodología que permite generar aprendizajes y desarrollar habilidades y valores a partir de experiencias en las cuales el común denominador es el elemento del reto. Este puede ser físico, intelectual, emocional y/o social. El diálogo y la reflexión son los catalizadores de estos procesos de aprendizaje.
El aprendizaje construido a partir de una experiencia de aventura se transfiere a otros contextos a través de procesos que facilitan la identificación, análisis y comprensión de conceptos abstractos como son las habilidades personales y las interacciones en grupos. Una vez hechos conscientes los puntos fuertes y las áreas de mejora, el siguiente paso es desarrollar estrategias para el futuro. Digamos que funciona como un simulador.
En realidad, el aprendizaje experiencial es la forma más primaria y antigua de aprendizaje. El ser humano siempre ha aprendido a través de experiencias. Desde la época de las cavernas, el hombre se enfrentaba a los retos que el ambiente natural le imponía y su mejor aliado era su experiencia para poder ir desarrollando y perfeccionando herramientas y técnicas para lograr sobrevivir.
Actualmente, en la educación experiencial, utilizamos un proceso intencionado para lograr construir aprendizaje a través de la experiencia. Este proceso intencionado tampoco es nuevo, sino que se remonta a los antiguos filósofos griegos. Sócrates enseñaba haciendo preguntas y no recitando respuestas. “No puedo enseñarle nada a nadie. Sólo puedo hacerles pensar”. Platón hablaba sobre la importancia de tomar riesgos calculados con el propósito de crecer a nivel personal y construir el carácter moral a través de la experiencia. Aristóteles decía que “lo que tenemos que aprender lo aprendemos haciendo” (aprendizaje experiencial) y que “lo que con mucho trabajo se obtiene, más se ama” (de ahí que utilicemos los retos en la educación en la aventura).
Desde entonces, tanto las actividades humanas como los procesos formativos y el conocimiento acerca del aprendizaje han evolucionado mucho y cada vez tenemos más evidencias de que la experiencia es la mejor forma de aprender. La aventura es un gran aliado en el desarrollo de habilidades y valores no académicos ya que nos saca de nuestra zona de confort y no nos permite escondernos detrás de máscaras.
No se puede aparentar cuando se trata de mantener el bienestar de 15 personas moviéndose en la naturaleza y viviendo de sus mochilas durante varias semanas. Si alguno es bueno para leer mapas, se nota. Si otro es ingenioso, resalta. Si uno tiene miedo o está emocionado, no lo puede ocultar. Si alguien falla o logra algo grandioso, la retroalimentación es inmediata. Cada personalidad y estilo de liderazgo sale a relucir. Y, cuando ya no queda de otra más que reconocerte cómo eres, entonces estás listo para trabajar en ti. Esto sucede con el individuo y sucede con el grupo.
“La experiencia en sí misma no es productiva ni es improductiva, es la forma de reflexionar sobre la experiencia lo que la hará significativa o no significativa” (Kurt Lewin). Podemos jugar a pasar una pelota, hacer un rapel, irnos a una expedición de varias semanas en las montañas o vivir la vida diaria y trabajar en lo que sea que nos dediquemos cada uno. El punto es poder disfrutarlo y de vez en cuando detenernos a pensar en lo que estamos haciendo.
En la educación en la aventura nos guiamos por principios como el autodescubrimiento, el tener ideas maravillosas, la responsabilidad para aprender, la intimidad y cuidado, el éxito y el fracaso, la colaboración y la competencia, la diversidad e inclusividad, el mundo natural, la soledad y reflexión y el servicio y compasión. También valoramos el vivir en el momento presente, el reto por elección, el diálogo, el respeto y el cuidado mutuo y del medio ambiente.
Todo esto genera un ambiente de seguridad y confianza en el cual las personas nos damos permiso a nosotras mismas de ser vulnerables y abrirnos al autodescubrimiento y al crecimiento personal. Nos damos permiso de volver a ser niños. Y lo que mejor hacen los niños es aprender y crecer.
"Hay una naturaleza afuera. Hay una naturaleza dentro. Vamos al exterior para aprender sobre lo que hay adentro y vamos al interior para aprender sobre lo que hay afuera; y el interior es el exterior y el exterior es el interior".
-Tom Smith
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